martes, 11 de agosto de 2009

jubilada


Esta semana me encontré con dos amigas, felices,porque se jubilaron.
Luego de años de estudio y trabajo, recibían su jubilación, bastante buena, por cierto. Y empezaban otros proyectos, porque aún son muy jóvenes.
Una se iría por largas temporadas a su casa de Córdoba, con su esposo, también jubilado, para disfrutar de la sierra, pasear, descansar y cambiar el ritmo loco de la ciudad por la tranquilidad de la provincia serrana.
La otra, se sumaba al proyecto familiar de su esposo, y lo ayudaba en la oficina.
Pensé. Si yo hubiera seguido trabajando, hay también estaría jubilada. Muchas veces me ocurre pensar en paralelo a lo que les pasa a otras personas, y las comparaciones son odiosas.
Surgen estos pensamientos y me pregunto:¿cómo hubiera sido?
Yo dejé un proyecto de trabajo en el momento que tener dos niños pequeños me preocupaba mucho. Mamá se hacía grande para ayudarme,y un día me dí cuenta que estaba en casa pensaba en lo que no había terminado en la oficina, y en la oficina pensaba en mis nenes.
De mutuo acuerdo, decidimos con mi marido, ajustarnos el cinturón, apechugar y renuncié al trabajo.
Disfruté mucho en ese momento de dejar esa obligación y estar presente en la vida de mis hijos.
Colegios, odontólogos,fonoaudiólogos y todos los "logos" que había,ocuparon mis días con dos niños y dos más que llegaron más tarde.
Y muchas veces me cuestioné ese"solamente estar en casa".
Esta semana a raíz del tema jubilatorio, volvieron mis planteos, y me parezco al hermano mayor de la parábola del hijo pródigo, que celoso de su hermano recién llegado, le reprochaba al Padre"Yo que siempre estuve a tu lado, nunca me diste un cabrito para comer con mis amigos, y a él le haces una fiesta!"
Sin darse cuenta que la mejor recompensa era haber estado al lado del Padre.
Yo me sentí igual.Mi jubilación hoy, sería mi reclamo.Qué verguenza!
Por que si bien siempre estuve segura de haber elegido lo mejor para mi familia en aquel momento, hoy me cuestionaba por un sueldo!Una jubilación!
Cuando uno elige un camino, una opción, algo se pierde y algo se gana.
Yo perdí dinero, realización personal y tal vez amigos de trabajo.
Pero gané en ver crecer a mis hijos.Decirles: ¡Hola! cuando llegaban del Colegio, escucharlos, acompañarlos, jugar sin goce de sueldo.
Tengo una jubilación espiritual.Mis pagos son invisibles a los ojos. Los cobra el corazón cada vez que recibo el amor de mi familia, y los veo formar sus hogares, dentro de los valores que creo haberles inculcado a tiempo completo. Por supuesto con el apoyo productivo-económico del papá.
Para los que no pudieron quedarse en casa, o los matrimonios jóvenes que hoy trabajan, el mérito es doble.
Aportan dinero y amor a la familia. Dios quiera que sepan y puedan privilegiar lo importante!Ahora mamá y papá trabajan, pero también son dos los que cocinan, bañan a los nenes y se ayudan mutuamente.El secreto es el equilibrio y el amor.
Tal vez sea muy bueno para estas nuevas generaciones! Quién soy yo para decir qué es lo mejor ,no?