viernes, 24 de septiembre de 2010

las palabras...


Iba caminando por Lomas, mirando las vidrieras y la gente.
Salían los chicos del Colegio.Una imagina que las risas, el alboroto, la alegría, colmarían las calles llenas de adolescentes. Pero lo que veo y escucho no es lo esperado.
Gritos, empujones entre mujeres y varones, malos modos y agresiones y lo más llamativo, es que no pude escuchar el nombre de los chicos. Ni siquiera para diferenciarlos de sexo.
No hay Facundos, Yésicas, Manuel o Samanta... Todos se llaman igual.
Pensar que los padres , han pasado 9 meses o más en pensar y soñar el nombre de sus hijos.
Los padres, inspirados por el amor profundo que sienten por ese hijo en gestación, lo sueñan con un destino, que reflejan un poco en el nombre elegido.
Lucas: luminoso
Manuel: Dios con nosotros
Natalia: nacida, de Navidad
Hugo: inteligencia clara
Alicia: noble
Eugenia: bien nacida
Federico: señor pacífico
Fernando:bravo en la paz
Gabriel: fortaleza
Margarita: perla
Lucía: luminosa
Nada de ésto se ve en la actualidad.Todos se llaman igual. Si escuchás cuando hablan por teléfono nunca podés saber con quien se están comunicando o creés que solo hablan con uno. Siempre el mismo.
Las fotocopias, los mensajes por celular,el messenger, el twitter,han logrado un resumen del vocabulario que desperdicia la riqueza de la lengua castellana.
Todo es rápido, acelerado, apresurado. Las dietas, las comidas, los cursos, los tratamientos.
Hay mucho, pero poco profundo.Mucha información, nada de análisis.
No hay tiempo. No hay conversación compartida mate de por medio o café distendido.
Los jóvenes y los grandes, estamos inmersos en esta vida acelerada, y nos perdemos de vivir la vida, porque estamos ocupados en correr.
Qué pena! No nos miramos a los ojos, no detenemos el paso, no escuchamos y pensamos antes de responder.
Podemos los mayores frenar en nuestro diario vivir, para vivir? Podemos los mayores compartir con los más jóvenes, lo hermoso del día a día; momento a momento?
Es un esfuerzo grande, plantarse en medio de la vorágine, nos arrastra, pero vale la pena intentarlo.
Padres e hijos, abuelos y nietos, unidos ni más ni menos que por ...la palabra.

aclaración: saben cómo se llaman todos los adolescentes? boludo

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buenisimo! Es verdad! Que pena.... Y agrego en el uso de la palabra la capacidad de ESCUCHAR!!!! Que seco está el mundo de ésta capacidad! Por qué toda la gente queire hablar de si misma? Por qué se trata siempre de vomitar lo que ME pasa y nada de ponerse en el lugar del otro e intuir que también le pasan cosas y que necesita que lo escuchen???
Mariana