jueves, 3 de junio de 2010

hospital publico


La sala de espera estaba llena, pero ordenada y silenciosa. El bullicio venía del primer piso donde un grupo de residentes, con mochilas, cuadernos y mate , esperaban entrar a sus pácticas. Estaba todo limpio, recordando un esplendor del pasado, pero que todavía asomaba en paredes y pisos de granitos, puertas hermosas de madera y escaleras fuertes. Pero se notaba un desgaste y falta de mantenimiento que no opacaba el esplendor del hospital.
Un soldado, una joven, alguien con un parche en el ojo, muchas mamás con sus bebés y muchos papás con bebes, colgados amorosamente en el pecho. Los médicos iban y venían por los pasillos
No falta material para que trabajen los profesionales, son cálidos, afectuosos, dedicados y tal vez falte más personal. Y los servicios son gratuitos para todos.
Muchas veces, las personas, y en especial los argentinos hablamos quejándonos de nuestros establecimientos públicos y admiramos los de otros países; pero no hablamos siempre con fundamento o desde nuestra propia experiencia.
Estuve toda la mañana en el hospital, me extrajeron una muela, estoy bien, todo fue correcto.
Me di cuenta de que nuestro tan vapuleado país camina, de a poco, renguendo, cayendo, retrocediendo, y volviendo a caminar. Pero algo es indiscutible: la calidad humana y profesional del hospital público, que pude ver en forma directa es nuestro máximo capital.
Gracias al departamento de odontología del Hospital Evita, gracias Dra. Graciela.

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