lunes, 18 de octubre de 2010

jóvenes argentinos..


El colectivo se detuvo luego de una curva, en un lugar un poco más ancho, ya que el camino de ripio solo tenía lugar para un vehículo.Un chico apoyado en su bicicleta lo detuvo. Habló con el chofer. Y le subió la bici. Timidamente saludó.
Su rostro oscurecido por días de sol, apenas se veía bajo el ala del sombrero.Su ropa de campesino se veía desubicada en esa tierra seca, árida y amarilla de la montaña.A los 15 minutos bajó en otro paraje desierto para mí, ya que no se veía ningún pueblo. A lo lejos se divisaba un caserío humilde, despojado.Tomó su bicicleta y se perdió en el camino, tranquilo, como para que el calor del sol, lo envolviera despacio y se fuera acostumbrando a él.
Algunas cabras, un hilo de agua, que serpenteaba cristalino, y allá lejos un verde manzana cortaba el paisaje, avisando que la huerta, con trabajo y esfuerzo, crecía. Allí se dirigía.
En esa inmensidad silenciosa, viven jóvenes argentinos, de una manera totalmente distinta a lo que conocemos. No hay semáforos, ni MP3, no hay acondicionadores de aire,ni subtes.La escuela,célula fundamental de un pueblo, es marcada en la ruta con un cartel, que se pierde en la quebrada. Y vemos un esfuerzo enorme de chicos y madres, que caminan mucho, para llegar a ella.
Hace pocos días los jóvenes de la capital, tomaron los colegios porque querían que los refaccionaran, pero el método elegido no fue el correcto. Hay que pedir, no imponer, luchar por los derechos, pero cumplir con los deberes. Si de esta generación cómoda, agresiva,maleducada, patotera, van a salir los futuros dirigentes...hay patria mía!
Los adultos hemos pasado de ser padres a ser amigos... y ese error lo pagaremos caro.
Cuando tenemos la posibilidad de ver otras realidades y comparamos, aún dentro de nuestro país,no podemos entender por qué las diferencias son tan grandes y no logramos como nación, reunir lo mejor de cada uno, para que, de una vez por todas, salgamos adelante.
El suelo argentino, aún en las zonas más áridas, florece, Dios quiera que a pesar de la aridez de los corazones, brote esa buena semilla, que todos tenemos en el corazón.

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