viernes, 26 de diciembre de 2008

en casa de los abuelos

Los niños se quedan a dormir en la casa de los abuelos.
Se termina la calma acostumbrada, otros sonidos, más ruidos, desorden, colchones en el suelo y sábanas de colores.
Este cambio, no preocupa, no molesta; al contrario, dá nueva vida.
Todo se nutre como si nuevos alimentos potenciados con vitaminas y minerales, se comieran a la mañana. No duele la espalda, ni la rodilla, ni hay sueño ni cansancio.
El tiempo, que siempre es tildado de tirano, porque no alcanza, porque vuela, se aquieta, se detiene. Mirar al niño dormido es llenar el alma.
Sentir su respiración tranquila, su carita serena, su pelito revuelto, dulcifican la mirada.
No importa ordenar la casa temprano, no interesa planchar, no hay urgencia por las compras.El tiempo dedicado a los nietos es primero, es todo.
En ellos vemos con ternura y algo de nostalgia , el ayer, a nuestros hijos; imaginamos el futuro sin duda maravilloso que les espera, pero vivimos este hoy, este ahora,con un gozo profundo, con un agradecimiento a Dios, por la vida.
Ese don maravilloso que nos regala cada día y que debemos honrar y cuidar . En nosotros y en los que nos rodean.
No sé que recuerdos tendrán los nietos, de la infancia, en casa de sus abuelos, pero si recuerdan solamente el inmenso amor con que fueron recibidos, tarea cumplida.

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